Su cercanía al espectacular complejo de Sun City, donde todo está preparado para que cada miembro de la familia disfrute al máximo, y estar a dos horas del aeropuerto de Johannesburgo, hacen del parque nacional sudafricano de Pilanesberg el más adecuado del país si se viaja con niños.
Muy cerca de la frontera de Botswana, en la provincia del noroeste, dentro de la región de Bojanala, hay un inmenso cráter de un volcán extinto hace miles de años, rodeado de extrañas formaciones rocosas, una vegetación exuberante, un lago y desde hace 30 años, miles de animales salvajes incluidos los cinco grandes (el león, el leopardo, el rinoceronte, el búfalo y el elefante). Con sus cerca de 55.000 hectáreas, es uno de los parques nacionales más grandes de Sudáfrica (el cuarto en extensión), pero también uno de los más seguros desde un punto de vista sanitario.
A diferencia de Kruger y de otros quizás más conocidos de esta parte de África, en Pilanesberg no se corre peligro de contraer la peligrosa malaria, una enfermedad para la que todavía no existe una vacuna. Por otra parte, su clima resulta especialmente benigno, no alcanzándose nunca las altas temperaturas de estas latitudes, gracias a encontrarse en una meseta a más de 2.000 metros.
Lo más atractivo de este parque, sin embargo, si se viaja en familia, es poder alojarse en Sun City, una microciudad en mitad de la naturaleza donde los huéspedes tienen que convivir con monos, babuinos, lagartos y miles de aves exóticas y donde todo está preparado para que desde los más pequeños a los mayores disfruten al máximo. Todo gira alrededor de un misterioso edificio que parece salido de una película de aventuras. Vertiginosas torres, lagos encantados, frondosas selvas y un lujo sobrecogedor caracterizan el ambiente del Palacio de la Ciudad Perdida.